Leyendo las paginas 29-34 de la carta arzobispal Iglesia ¡anuncia a Jesucristo! Eres luz y sal del mundo, me apodero
de tal o tal reflexión, en vez de proponer una explicación o un comentario.
La palabra “discípulos misioneros” proviene de un documento del CELAM,
título del texto de Aparecida en 2007, cuyo el Cardenal Bergoglio coordinó la
redacción.
La palabra “discípulos misioneros” significa que la misión no es asunto
propio de algunos en la Iglesia. Nadie puede confiscar la misión en favor de
una casta de bautizados. Ninguna palabra de las Escrituras se dirige a los
sacerdotes solos, con exclusión de los demás fieles. “¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!” (1 Co 9, 16) Y así
de todas las palabras escriturales.
La palabra “discípulos misioneros” significa que la
fe no consiste en ritos tampoco en una religión, como para los paganos. ¡Hay
una manera pagana de ser cristiano! Pablo ya se desconfiaba de los hombres
demasiado religiosos: “viri athenienses
per omnia quasi superstitiosiores vos video”. (He 17, 22)
La palabra “discípulos misioneros” significa que
nuestro país ya no es cristiano, sí tiene un sentido hablar de países cristianos
(hablamos como sociólogos, no como el evangelio). La misión es una manera de
vivir la fe, dirigiéndose a los demás.
La misión no
consiste en volver a hacer cristianos a nuestros hermanos.
- En una sociedad ya no regida por normas de autoridad
(todavía hay normas, las de la publicidad, de la moda, pero actúan de otra
manera), la religión será siempre una minoría. Un marco apremiante,
organizador, regulador ya no existe a partir de una autoridad.
- Estamos de forma duradera en un mundo pluralista (en
el mismo momento universalizado).
- Es una suerte por la fe. No que antes sea peor, pero
que somos discípulos a causa de Cristo, no en favor tampoco a causa de un
modelo social.
- No se trata de que todos o el máximo sean discípulos.
La sal de la tierra da su sabor o conserva los alimentos, pero no se toma la
sal de conservación, no todo el plato es sal.
La misión no
consiste en hacer público un discurso, un catecismo, un sistema del mundo. La
palabra de la Iglesia en la sociedad no es una ideología en medio de otras, por
ejemplo, contra el género, contra la homosexualidad, contra la eutanasia,
contra el comunismo o el capitalismo, el desreglamento del mercado, los emigrantes.
Podríamos contar los momentos durante los cuales Jesús se puso contra. ¡Quizá
solamente contra la hipocresía religiosa!
Lo que
decide la ley de las naciones puede ser en contradicción con la fe. Muy a
menudo, a medida que los cristianos sean menos numerosos, la ley no hará caso
de sus convicciones. Tenemos que mantener una postura profética, sin arrogancia
porque la hipocresía siempre “está a estla puerta, acechando”. Testimoniar
solamente que la vida está abierta, necesita apertura.
La fe no consiste
en un sistema ideológico, un dogma, sino en un anuncio, una palabra sin palabra
(“No hay lenguaje ni palabras”, dice el salmo 19,3), una manera de vivir que
hace una señal hacia Cristo. No somos encargados de obligar a los demás a hacer
el bien (si, al menos, no lo hacen), queremos ser señal del bien, de vida
buena, es decir, de vida abierta a lo que le falta.
No somos
discípulos para conocer el sentido de la vida. Somos como los demás, despojado ante
de la absurdidad del mal, del sufrimiento, de la muerte. El mal no tiene
sentido y es favorecer el mal dar explicaciones del mal, dar razón al mal,
porque el mal nunca tiene razón. Al contrario, y más que los demás, tenemos que
luchar contra los ídolos, todo lo que se presenta como sentido recapitulativo, pensándose
integral, único, exclusivo, exhaustivo, todo sistema. No podemos hacer de la
fe, del catecismo un ídolo conceptual que veneramos porqué no es sistema explicativo
del mundo ni de la vida. Como Jesús delante de la muerte no quedemos
derrotados: “Mi alma está
muy triste, hasta la muerte.” (Mc 14, 34). La fe es seguida de Cristo hasta Getsemaní.
La fe se
convierte así en un servicio, se dice un ministerio. Jesús nunca pidió por
creer en él. Vino par que la gente tenga vida y la tenga en abundancia (Jo 10,
10). Es servidor de la vida de la gente. Tenemos que hacer lo mismo. Es la misión.
Más que de
métodos para una nueva evangelización, se urge el amor, la caridad. Cuando se
piensa en la Iglesia, en los cristianos, no se piensa primero en la caridad. Es
lo que tenemos que cambiar, antes de hablar de métodos de evangelización. “En
esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los
otros.” (Jo 13, 35)
Se podría decir
que seamos nosotros, discípulos, que ocultamos a Dios, el contrario de la misión.
Nos preocupamos de verdad, de éxito de la Iglesia, cuando se trata de testiguar
del amor, lo que se hace sólo amando. Antes de enseñar, de hablar, Jesús curó,
tuvo piedad y compasión, amó, salvó, libró. No es Jesús por lo tanto una ONG.
Es el exceso de humanidad que indica a Dios, que es el propio de los discípulos
misionarios. Dios es un sembrador no segador. No cesa de sembrar, de dar,
incluso donde no puede crecer la semilla, al exceso. La parábola es la del
sembrador, no de los terrenos o de la cosecha. Dios nunca se fastidia en darse hasta
el extremo.
En Atenas (He 17) ¿tenemos un éxito o un fracaso de la misión paulina?
Solamente dos o tres se convirtieron. No son los miles como en los resúmenes de
los Hechos. “Cuando oyeron lo de la resurrección de los
muertos, unos se burlaban y otros decían: "Ya te oiremos acerca de esto
otra vez". Entonces Pablo salió de en medio de ellos.” Según la respuesta,
tenemos a dos concepciones de la misión, quizá una con los criterios del mundo,
el éxito, el número, otra con los del Reino.
Salir de sí mismo, renunciar a sí mismo, incluso a nuestro
entendimiento siempre demasiado estrecho, pues falso, de Jesús y del evangelio.
“Y decía a todos: -- Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día y sígame.” (Lc 9, 23)
La plegaria no es una cosa que tendríamos que hacer.
Todavía es pagano. Es solamente mantenerse delante de Dios, para nada… sino él
mismo. Así es posible orar sin cesar, mantenerse delante de Dios. La plegaria
es expresión de la gracia, del don, es decir de la gratuidad. Dios nos ama sin
razón. La razón de amar a Dios es Dios mismo, dice San Bernardo. Ser discípulo
significa intentar de ser semejante a él. “Nosotros lo amamos a él porque él
nos amó primero.” (1 Jo 4, 19)
Mientras hablamos mitológicamente, “experimentar el amor
del Señor”, no somos creíbles. Experimentar el amor del Señor es una manera de
hablar que puede tener su sentido, pero que no tiene sentido para muchos,
incluso cristianos. Tenemos que estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre
y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros.” (1 P 3, 15). Presentar defensa, mejor traducido, dar la razón. No se
experimenta el amor de Dios como las demás cosas, incluso mas grandes. Sabemos
que no hablamos en primer nivel, o bien, estamos en plena mitología.
Hablar de la alegría de la fe me pone nervioso. No se
decreta la alegría tampoco se busca. Son las técnicas contemporáneas de
bienestar que la venden. Buscamos a Dios, no la alegría. Si somos felices ¡que
lo aprovechemos! Pero sin arrogancia para los que “apenan en los caminos de la
vida perfecta” (Papa Gelasio). La alegría es una promesa escatológica (Cf. Is 65
o Sm 136). La meta del ser discípulos no es la alegría, porque hay vidas de fidelidad
que no pueden conocer la alegría, porque el camino del servicio y del
renunciamiento a menudo es muy pesado, porque cuando hermanos están muriendo,
sufriendo ¿cómo podríamos ser felices? El amor purifica, y hace daño, empobrece
y no es siempre alegría. ¿Pero a quien iríamos? Tiene él, palabras de vida.
Por supuesto no busquemos el sufrimiento. Mejor, lo queremos
rechazar. No tenemos que entretener un resentimiento o la acedía. Pero lo que importa,
no es ser feliz, como dicen los programas de bienestar, sino ser fieles a Cristo,
es decir a sus hermanos, empezando por los más pequeños. Leyendo la pasión según
Marcos, se entiende donde y como se reconoce a Jesús, se indica como
convertirse en discípulo. “viendo como había expirado” (Mc 15, 39). En el
evangelio de Marcos, no existe el gozo de la resurrección. Se reconoce a Jesús
como mesías e hijo de dios, viendo como había expirado” También es una teología
cristiana.
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