¿Qué significa la
declaración reiterada de Jesús diciendo que él es el pan de vida? La respuesta obvia,
inmediata, gira nuestra mirada hacia la eucaristía. El sacramento seria la manera
para Jesús de alimentarnos. Pero esa respuesta no es bastante sólida; no se puede
verificar que Jesús nos alimenta con el sacramento, nos alimenta en un sentido
espiritual. Aquí, espiritual expresaría el contrario de físico, de corporal. Sin
poder verificarlo du una manera u otra, ya no tiene sentido. No es difícil
hablar espiritualmente, pero ya no significa nada.
Sobre todo, espiritual
no se puede usar en un sentido nebuloso o vago; sería una insulta al Espíritu
santo como a la mente humana. Espiritual significa “según la manera del Espíritu
santo”. No se trata de un truco para hablar de fe contra la evidencia, para
refugiarse en un mundo sin leyes porque nada se podría ni tendría que
verificar, hubiera sólo que creer, creer contra toda evidencia, creer como
contrario de reflexionar, de pensar. No es sin razón que el fideísmo se condenó
durante el siglo diecinueve. Pues bien ¿qué significa, según el Espíritu, que Jesús
nos alimenta?
Entiendo alimentar como hacer vivir. Jesús así se
expresó: es el pan de vida, es carne, si lo comemos no conoceremos la muerte. Ser el pan
de vida para que lo comamos y vivamos de él, es una manera de decir que es lo
que necesitamos como una comida para vivir. No sólo Jesús da de comer sino se
da de comer, da su carne, él, y eso significa que vivir no se puede hacer para nosotros discípulos
sin recibir a Jesús que se ofrece. “Sin mí, no podéis hacer nada.” (Jn 15, 5)
De verdad ¿Qué importancia
tiene Jesús en nuestra vida? No declarándolo, sino efectivamente,
concretamente. Por ejemplo, para elegir una profesión ¿se preocupan los jóvenes
y los padres de Jesús? Para organizar nuestra riqueza, por lo menos nuestro
dinero, nuestros medios financieros, para decidir como utilizarlos ¿nos importa
referirnos a Jesús? Para decidir de las vacaciones ¿qué sitio dejamos a la idea
de Jesús? Para votar, para analizar la situación social ¿tiene Jesús algo que
decirnos?
Si en este tipo
de preguntas y asuntos, Jesús nunca tiene importancia ¿cómo podemos decir que Jesús
nos hace vivir? Si nunca interviene, si no lo necesitamos en el momento de dar
su dirección a nuestra vida, incluso en las pequeñas decisiones, de ninguna
manera influye Jesús sobre nuestra vida, de ninguna manera su palabra la
alimenta, de ninguna manera nos hace vivir. Vivimos muy bien si él.
Denegando
identificar demasiado rápido el pan de vida y el sacramento de la eucaristía, tenemos
la oportunidad de plantear las verdaderas preguntas, de ver si, en efecto, vivimos
según el Espíritu, es decir, si nuestra vida se hace disponible al soplo del Espíritu,
o si somos como los indiferentes o ateos, aunque participamos al banquete
pascual de la eucaristía domingo tras domingo.
Ahora podemos
subrayar el hecho que la eucaristía no es el pan de vida, sino el sacramento
del pan de la vida. Ahora, percibimos la importancia de no reducir el pan de
vida al sacramento, aunque el sacramento es una manera de expresar una vida eucarística.
Ahora se percibe la significación del sacramento, no una cosa en sí, pero como todo
sacramento, una señal, un signo visible y eficaz de la acción de Dios. No la acción
de Dios, sino una señal de ella.
No hacer la
diferencia entre el pan de vida y el sacramento de la eucaristía, es ignorar
todo y de la vida en el Espíritu con Jesús, y del sacramento, reduciéndolo a un
acto de culto, mas o menos mágico, un acto religioso, cuando se trata de la
eficacidad de la significación de una vida con Jesús. Y de hecho, muchas
devociones o costumbres eucarísticas me parecen muy alejadas de la eucaristía.
Tantas devociones
para las formas consagradas que ignoran todo del cuerpo de Cristo que son los
hermanos reunidos como y con nosotros. Se podría llegar tarde al encuentro eucarístico
y salir rápido después de haber recibido la forma sin deferencia a los
hermanos. Podría arrodillarme y sacar la lenga sin hacer caso de la palabra
proclamada, sin guardar mi lenga de la murmuración o de la mentira, ignorando
la vida del mundo, empezando por los más pobres y despreciados. Se trata aquí de una
idolatría eucarística, de un fetichismo sin vínculo con un pan que hacer vivir,
es decir, que cambia nuestra manera de vivir alimentándola.
Vivir en el Espíritu,
la vida en el Espíritu, no son ritos sagrados, sino la vida de cada minuto en
el soplo del Espíritu. Si tantos ya no son cristianos ¿no vendría de que
declararse discípulos de Cristo no cambia nada en nuestra vida, que no vivimos
de otra manera que los demás? ¿Si o no, nos hace vivir Jesús?
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire