08/08/2015

Un pan para vivir (19º domingo)


¿Qué pasa en la cabeza de Jesus? La gente de su pueblo no lo puede entender. Antes de condenar la opinión de esa gente, su manera de juzgar, podríamos buscar entender porqué los interlocutores de Jesus no entienden nada de sus palabras.
Nosotros conocemos demasiado el catequismo. Ya sabemos que Jesus es no sólo hombre sino también Dios. Entonces, no hace problema que diga “yo soy el pan bajado del cielo”. No hace dificultad que diga que proceda del Padre. Pero ganaríamos estar sorprendidos por estas palabras. Entenderíamos mejor el evangelio y Jesus, preguntando, como la gente de su pueblo: “¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”
¡Imaginase! Jesus creció descubriendo la verdad de su fe. No es solamente judío de tradición, como decimos que muchos de nosotros son cristianos de tradición. Su pertenencia a la sinagoga se desarrolla como una vida con Dios, como una experiencia de Dios.
Y descubrió Jesus que Dios no es lo que se dice. Dios nunca es lo que se dice. Descubrió que todo lo que pensamos de Dios, como dueño, como juez que puede castigar, como maestro exigente, es una elaboración humana, demasiado humana; un Dios pensado como un hombre poderoso, claro justo, pero seguro de estar en su derecho. Dio una ley que se tiene que cumplir para la vida, eligiendo la vida. Y cuando desobedece el hombre, se muere.
Lo que describimos cuando pensamos así, no es Dios sino la garantía de la moral según las sociedades, lo que Freud llamó el superyó. Se trata de nuestro temor de estar lesionados, como niños caprichosos y poco seguros de si. Somos delante de Dios como niños que quizá aman a sus padres, pero también temen su mirada, tienen cosas escondidas que les da mala conciencia. Somos en concurrencia con Dios; estamos envidiosos de su poder.
Jesus descubrió otra cara de Dios, le llamó padre suyo. Dios nunca es un competidor para los hombres. Dios sólo les ama. Hasta morir, hasta perder todo, hasta acoger a los que parecen menos recomendables. No le importa la fama sino el acercarse a todos.
¡Claro que un matrimonio es para toda la vida! En el amor, la fidelidad y la acogida de los niños. Pero cuando el matrimonio es un fracaso, cuando no se desarrolla como decidido por el canon ¿qué hace Dios? Sigue acogiendo. Nadie esta excomulgado, acabo de decir Francisco. ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Vivamos bien nuestros compromisos! Si somos felices en nuestra vida ¿porqué querer que los que viven de otro modo sean castigados? Nuestra vida no está peor si los demás que no viven como decimos que vivimos, reciben una acogida sin límites.
Así, Jesus se atreve a pensar en Dios de otra manera. Se ha convertido a otro Dios y nos invita a seguirle. Poco a poco, este nuevo rostro de Dios le permitió decir que él y el Padre comparten una misma misión, un mismo amor para los hombres, una misma situación, la del servidor, la del esclavo.
¡Dios esclavo! Escándalo de la cruz, hoy como siempre. No hemos acabado de convertirnos. Dios esclavo ¿y seriamos discípulos de tal Dios? Dios y sus discípulos servidores de la vida de todos.
Quizá es la única solución para quitar el temor, el resentimiento, una vida estrecha. Quizá es la única solución para vivir verdaderamente. “Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
Jesus se atrevió a decir su proximidad con el Padre descubierta a través de una nueva manera de vivir, libre, amando a todos, servidor de todos. Para los hombres, ayer como hoy, es increíble. Cambió la representación de Dios que nos hacemos, ayer como hoy. Comemos de un pan que abre una vida sin límites, la de Dios, la del esclavo, que no tiene ningún competidor, que está libre como los que no tienen deuda sino la del amor.

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