17/08/2018

¿Si o no, nos hace vivir Jesús? (Domingo 20° del tiempo)


¿Qué significa la declaración reiterada de Jesús diciendo que él es el pan de vida? La respuesta obvia, inmediata, gira nuestra mirada hacia la eucaristía. El sacramento seria la manera para Jesús de alimentarnos. Pero esa respuesta no es bastante sólida; no se puede verificar que Jesús nos alimenta con el sacramento, nos alimenta en un sentido espiritual. Aquí, espiritual expresaría el contrario de físico, de corporal. Sin poder verificarlo du una manera u otra, ya no tiene sentido. No es difícil hablar espiritualmente, pero ya no significa nada.
Sobre todo, espiritual no se puede usar en un sentido nebuloso o vago; sería una insulta al Espíritu santo como a la mente humana. Espiritual significa “según la manera del Espíritu santo”. No se trata de un truco para hablar de fe contra la evidencia, para refugiarse en un mundo sin leyes porque nada se podría ni tendría que verificar, hubiera sólo que creer, creer contra toda evidencia, creer como contrario de reflexionar, de pensar. No es sin razón que el fideísmo se condenó durante el siglo diecinueve. Pues bien ¿qué significa, según el Espíritu, que Jesús nos alimenta?
Entiendo alimentar como hacer vivir. Jesús así se expresó: es el pan de vida, es carne, si lo comemos no conoceremos la muerte. Ser el pan de vida para que lo comamos y vivamos de él, es una manera de decir que es lo que necesitamos como una comida para vivir. No sólo Jesús da de comer sino se da de comer, da su carne, él, y eso significa que vivir no se puede hacer para nosotros discípulos sin recibir a Jesús que se ofrece. “Sin mí, no podéis hacer nada.” (Jn 15, 5)
De verdad ¿Qué importancia tiene Jesús en nuestra vida? No declarándolo, sino efectivamente, concretamente. Por ejemplo, para elegir una profesión ¿se preocupan los jóvenes y los padres de Jesús? Para organizar nuestra riqueza, por lo menos nuestro dinero, nuestros medios financieros, para decidir como utilizarlos ¿nos importa referirnos a Jesús? Para decidir de las vacaciones ¿qué sitio dejamos a la idea de Jesús? Para votar, para analizar la situación social ¿tiene Jesús algo que decirnos?
Si en este tipo de preguntas y asuntos, Jesús nunca tiene importancia ¿cómo podemos decir que Jesús nos hace vivir? Si nunca interviene, si no lo necesitamos en el momento de dar su dirección a nuestra vida, incluso en las pequeñas decisiones, de ninguna manera influye Jesús sobre nuestra vida, de ninguna manera su palabra la alimenta, de ninguna manera nos hace vivir. Vivimos muy bien si él.
Denegando identificar demasiado rápido el pan de vida y el sacramento de la eucaristía, tenemos la oportunidad de plantear las verdaderas preguntas, de ver si, en efecto, vivimos según el Espíritu, es decir, si nuestra vida se hace disponible al soplo del Espíritu, o si somos como los indiferentes o ateos, aunque participamos al banquete pascual de la eucaristía domingo tras domingo.
Ahora podemos subrayar el hecho que la eucaristía no es el pan de vida, sino el sacramento del pan de la vida. Ahora, percibimos la importancia de no reducir el pan de vida al sacramento, aunque el sacramento es una manera de expresar una vida eucarística. Ahora se percibe la significación del sacramento, no una cosa en sí, pero como todo sacramento, una señal, un signo visible y eficaz de la acción de Dios. No la acción de Dios, sino una señal de ella.
No hacer la diferencia entre el pan de vida y el sacramento de la eucaristía, es ignorar todo y de la vida en el Espíritu con Jesús, y del sacramento, reduciéndolo a un acto de culto, mas o menos mágico, un acto religioso, cuando se trata de la eficacidad de la significación de una vida con Jesús. Y de hecho, muchas devociones o costumbres eucarísticas me parecen muy alejadas de la eucaristía.
Tantas devociones para las formas consagradas que ignoran todo del cuerpo de Cristo que son los hermanos reunidos como y con nosotros. Se podría llegar tarde al encuentro eucarístico y salir rápido después de haber recibido la forma sin deferencia a los hermanos. Podría arrodillarme y sacar la lenga sin hacer caso de la palabra proclamada, sin guardar mi lenga de la murmuración o de la mentira, ignorando la vida del mundo, empezando por los más pobres y despreciados. Se trata aquí de una idolatría eucarística, de un fetichismo sin vínculo con un pan que hacer vivir, es decir, que cambia nuestra manera de vivir alimentándola.
Vivir en el Espíritu, la vida en el Espíritu, no son ritos sagrados, sino la vida de cada minuto en el soplo del Espíritu. Si tantos ya no son cristianos ¿no vendría de que declararse discípulos de Cristo no cambia nada en nuestra vida, que no vivimos de otra manera que los demás? ¿Si o no, nos hace vivir Jesús?

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