¿ Cual es la
misión de la Iglesia en el mundo de hoy ? Tal es el sentido de una reflexión
sobre la evangelización. Si hay una novedad de la evangelización, lo sabremos
examinando lo que debería ser la misión en el mundo de hoy.
No es posible
anunciar el evangelio sin conocer a aquéllos a los que nos dirigimos. La
evangelización no es lo mismo si estamos en el siglo dos, o quince o veintiuno,
si hablamos con gente de Madagascar o de Europa, con medios científicos y
universitarios o con gente sin cultura de los libros.
Sin embargo,
paradójicamente, no empezare con un análisis del mundo para determinar la
novedad de la evangelización. Esto podría dejar pensar, incluso si fuera
legítimo, que la evangelización no tendría otra novedad que la de los cambios
del mundo. Esto podría querer decir que estos cambios son buenos, son
progresos. Prefiero empezar con las exigencias del evangelio y de su
proclamación. a nosotros hombres y mujeres del siglo veintiuno así como
discípulos de Jesus, el evangelio y su proclamación nos deben parecer exigir la
novedad.
Primero,
subrayaré que el anuncio del evangelio corresponde más a una a declaración de
amor que a la enseñanza de una doctrina. Lo haré comentando el discurso de apertura
del último concilio por Juan XXXIII. Segundo, como una consecuencia, tendremos
que contar con la historicidad de la verdad y con el giro antropológico de la
teología. Tercero, una noticia breve conducirá nuestra mirada hacia quien se
dirige el evangelio como una declaración de amor. Por lo tanto, en conclusión,
podremos caracterizar la misión de la Iglesia, es decir la evangelización, el
anuncio del evangelio.
1. La enseñanza
de la Iglesia : el evangelio
La evangelización
no se reduce a una enseñanza de un mensaje para el cual bastaría cambiar la
forma según las épocas y los lugares. No es posible cambiar la forma si el
mensaje es el evangelio. Efectivamente, cuadriforme, el evangelio no se puede
resumir en fórmulas que hay que conocer, en un libro de texto. Es en el espacio
creado por las diferencias entre los cuatros textos que se hace escuchar una buena
noticia jamás oída. El evangelio no se reduce a los cuatros evangelios y estos
textos antiguos suscitan lecturas siempre nuevas que nunca lo pueden agotar, porque
el evangelio de Dios es Jesús mismo.[1]
Cuando abre el
Concilio Vaticano segundo, hace cincuenta años, Juan XXIII pide que la fe, lo
que llama la doctrina auténtica, sea
propuesta de manera pastoral, es decir de manera que el sentido se comprenda para
llevar su vida y no como una clase técnica o erudita, un saber puramente externo.
Transformar el evangelio en una enseñanza y la evangelización en una catequesis
es hacer de la verdad de la fe una clase, quizá muy inteligente, aunque es un
camino lleno de aventura : venid y
ved (Jn 1,39) pero sed prevenidos el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar su cabeza (Mt 8,20).
[Estamos] estudiando la autentica doctrina y exponiéndola a través de las
formas de investigación y de las formulas literarias del pensamiento moderno.
Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del “depositum fidei”, y otra
la manera de formular su expresión ; y de ello ha de tenerse gran cuenta – con
paciencia si necesario fuese – ateniéndose a las normas y exigencias de un
magisterio de carácter predominantemente pastoral.[2]
El hecho de
escuchar el evangelio y la predicación, la evangelización, son una entrada en dialogo
o bien no son. La actualización de la predicación no es una historia de cambio
de look que dejaría el fondo intacto, inmutablemente sagrado. A cada
generación, para cada persona, hay que volver a empezar el dialogo que Dios
lleva como con sus amigos. La evangelización esta, como la educación, siempre empezando
de nuevo. La evangelización no se atesora ; es como la maná, que hay que
recoger cada día. Creímos que estábamos en países cristianos, países
evangelizados, y olvidamos hacer encontrarse el Dios que habla con todos y su
pueblo, olvidamos que la evangelización empieza siempre de nuevo.
El carácter
pastoral de la evangelización según Vaticano segundo – y por consiguiente
el carácter pastoral del texto conciliario mismo – no es una capa de
pintura para actualizar la antigua doctrina. Pastoral significa contextual,
contingente, en el sentido que el dialogo que Dios instaura con la humanidad está
siempre situado ; sin embargo, esta contextualidad, esta contingencia dice
la esencia misma de este dialogo y, en este sentido, no es absolutamente contextual.
La paradoja no es una contradicción ; expresa la paradoja de la fe, la de
un Dios eterno que se revela en la historia. No es posible llegar al corazón de
la fe independientemente de la situación en la cual intentamos anunciarla. No
se puede distinguir el fondo y la forma en la evangelización como para una
declaración de amor.
La pastoralidad
es la llave que abre el sentido de la doctrina. ¿ Qué es la verdad de la
Trinidad mientras la consideramos como una opinión incluso un dogma ? La
verdad del dogma trinitario, en su comprensión, se abre solamente para los que,
por gracia y en la comunidad, habían reconocido que Dios les amó primero (1
Jn 4,19). La doctrina es verdadera sólo si es amor, incluso en su dimensión más
racional. Nosotros hemos conocido el amor
y creído (1 Jn 4,16).
El evangelio es
para, como Cristo es para. Esto es mi
cuerpo para vosotros. Por nosotros
los hombres y por nuestra salvación. Un mensaje privado de su destinatario no se puede entender. El evangelio no
es una receta de cocina o un modo de empleo. El evangelio se asemeja a una
declaración de amor o a un acto de adopción. Qué sería el amor o la filiación
sin alianza, sin pacto, sin dialogo. La verdad del evangelio es dialogal,
testamentaria. No se oponen doctrina y pastoral[3] como si hubiera de un lado la verdad
doctrinal y de otro lado la adaptación pastoral, divulgación necesaria,
empobrecimiento. No podemos pensar que si nuestros amigos, nuestros hijos y
tantos de los que amamos no creen, no es porque rechazarían la fe sino porque que
no han comprendido de qué se trata, que no han visto que ellos son los
destinatarios.
El carácter pastoral
de la enseñanza del que Juan XXIII habla designa la única manera de pensar la
evangelización siguiendo al Dios que se hace conocer a los hombres. Así dice la
constitución sobre la revelación : « Dios invisible habla a los
hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos
a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. »[4] Es por eso que podemos decir con
Pablo VI que « la Iglesia debe ir hacia el diálogo con
el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra ; la Iglesia se
hace mensaje ; la Iglesia se hace coloquio. »[5]
2. Historicidad de
la verdad
El discurso de Juan
XXIII puede ser considerado como la
verdadera carta del concilio[6], la « llave para entender el
resto »[7]. Sus consecuencias son grandes y encontramos
quizá aquí la novedad más importante del concilio, incluso si el concilio no lo
sabía, la conciencia, no de la historia sino de la historicidad[8]. El ser humano, y el ser de Dios si se
pudiera decir, no es un invariante en contextos fluctuantes, pero el movimiento
fluctuante del tiempo es un componente del ser. El tiempo es una manera de ser,
de entender, de vivir. Tenemos hoy una concepción pluralista de lo que
significa ser hombre o mujer. El sentido de nuestra humanidad no es dado, de
una vez por todas, como un estado natural o una revelación. Tampoco está ante
nosotros, al final del tiempo. El sentido de nuestra humanidad es una labor, un
deber[9].
Ser, para el
hombre, no significa ser un animal racional. Significa ser un ser vivo que
tiene la palabra, un ser vivo que descubre, a diferencia de los animales, lo
que tiene que ser, intentando entender el mundo, a los demás y a si mismo. Relegando
una visión del ser humano que de ahora en adelante parece estática, no pretendo
corregir la Antigüedad ni la época moderna, desde Aristóteles hasta Descartes.
Constato que ya no podemos pensar de esta manera, o que las palabras de los
ancianos ya no tienen sentido para nosotros[10]. El hombre se convierte para sí-mismo en
una pregunta. Ya no le basta saber cosas, tiene que percibir que se trata de el.
El pluralismo cultural, ofrecido por la facilidad de los medios de transporte y
de comunicación, añade a este hecho que la existencia es una existencia con
preguntas.
Si la fe no viene
con el ser de pregunta, el ser de proyecto, no tiene sentido, es insensata,
independientemente de toda mala fe, de todo rechazo explicito, de toda lucha
ideológica y atea. Son poco frecuente los Michel Onfray que se pasan el tiempo
destruyendo la fe. No conocemos sin duda ninguno. En cambio, muy cerca de nosotros,
vivimos con mucha gente para la cual el evangelio no tiene sentido, o bien como
una herencia cultural, lo que es por cierto, pero de manera secundaria.
El ser humano
como proyecto, como deber ser hace del evangelio una manera de contestar para
el hombre a este proyecto, a este deber de ser. El evangelio y la
evangelización son humanización o bien no son. Antes de saber lo que es ser
hombre, es decir qué modelo de humanidad queremos, importa el servicio de esta
capacidad a ser, al servicio del cual se puso Jesucristo. Jesús no empezó a imponer
un tipo de civilización, un tipo de moral. Se puso al servicio. No vino para
que los hombres creyeran en él, sino para que fueran seres vivos. No parece
haber condicionado la salvación. El evangelio es sin condición el Dios que se
ofrece para que los hombres tengan la
vida, comenzando por los pecadores.
Tenemos que
subrayar otro punto del discurso de Juan XXIII ilustrando la situación
pluralista y mostrando la historicidad de la verdad. Aplicar los métodos
modernos en la enseñanza de la fe, como lo pide el Papa, significa leer la
doctrina con instrumentos secularizados y no como partidarios de una ideología
que tendríamos que defender, con métodos que nos serian propios. Seguro, una
hermenéutica cristiana de la enseñanza cristiana no esta de hecho descalificada[11], pero será posible únicamente si se mide
con otras lecturas, otros métodos. Podemos hablar de una secularización
metodológica cuya beneficio más grande para la hermenéutica cristiana misma es
que ya no es posible hablar anhistoricamente de la verdad cristiana.
El evangelio
tiene una historia, su anuncio tiene una historia, sur tradición tiene una
historia. Ya no podemos afirmar que Jesus instituyó la Iglesia y que esta
Iglesia es la que conocemos, sin precisar que sin dubio, nunca Jesus habló de
Iglesia, y que cuando el y además sus discípulos hablaron de Iglesia, ésta no
es parecida a la que conocemos. Afirmar que la Iglesia como la conocemos es de
institución divina necesita el rodeo por la interpretación teológica e
histórica.
La conciencia de
la historicidad, de la tensión fecunda entre historia y dogma, obliga a volver
a lo que no siempre se sabía ni entendía, es decir que no hay conocimiento de
Dios sino es por un conocimiento del hombre, que la teología es antropología[12]. Algunos denunciaron un tipo de
desacralización de la fe. Lamentaron el antropocentrismo del concilio. Pero,
desde que Dios se hizo hombre, el camino del conocimiento de Dios pasa por la
humanidad.
El mundo moderno
esta secularizado y no se piensa con relación à Dios, pero es el evangelio
mismo que parece exigir este tipo de secularización para su propio anuncio.
Algunos sociólogos hablan de « secularización interna del catolicismo»[13] ; por cierto, el evangelio expresa
la fe pero en una cultura no religiosa. Otros hablan de la « salida del
catolicismo »[14] por la Iglesia católica. La Iglesia
católica no está atada al sistema social o político del catolicismo. No podemos
confundir evangelio y modelo social, incluso cristiano, evangelio y civilización,
incluso cristiana.
3. Un dialogo,
dos interlocutores
Estas reflexiones nos permitieron decir
que la evangelización es
un dialogo, un encuentro, derivado del
propósito de alianza de Dios mismo con los hombres.
una historia de alianza que el vocabulario
bíblico expresa con el esquema conyugal, amistoso o filial, declaración de amor
o pacto de adopción.
un asunto de humanización, permitiendo que
los hombres contesten a lo que tienen que ser, siguiendo a Cristo, que se hizo
servidor de la vida de los hombres
siempre
contextualizada, no limitada o no identificada a ninguna forma de cultura, de
civilización o de moral.
Pensar el anuncio
del evangelio como un dialogo es mas sorprendente de lo que parece. Si los
cristianos tienen que decir algo, deben hacerlo en el dialogo, es decir que
tienen también que escuchar al otro.
La constitución
pastoral Gaudium et spes n°44 piensa
que la Iglesia tiene que aprender del mundo. La distinción Iglesia-mundo como
dos entidades extrañas la una para la otra es discutible. Sería mejor decir que
la Iglesia es la humanidad, y quizá el mundo mismo, como salvada. Aceptemos
esta facilidad que propone el esquema del dialogo.
Es evidente que
las culturas que recibieron el evangelio, comenzando por la del pueblo de
Israel, son las que dieron sus palabras al evangelio. Pero no es este hecho
histórico, empezando siempre de nuevo, que quiero subrayar. Son también
culturas no creyentes incluso adversarias del evangelio de las cuales los cristianos
tienen que aprender.
La Iglesia necesita de modo muy peculiar la ayuda de quienes por vivir en
el mundo, sean o no sean creyentes, conocen a
fondo las diversas instituciones y disciplinas y comprenden con claridad la
razón íntima de todas ellas. […] La Iglesia confiesa que le han sido de
mucho provecho y le pueden ser todavía de provecho la oposición y aun la
persecución de sus contrarios.
No se trata de
hacer del ateo el héroe de los tiempos modernos. El creyente es a menudo mucho
más crítico[15] y el ateo también es un creyente, el que
cree que Dios no es[16]. En este asunto, nadie es mejor que
nadie. ¿ Quiénes son los
ateos ? Sin dubio no una categoría homogénea. Adversario de la Iglesia no significa de facto
adversario del evangelio ; ateo militante, filosófico o libertino,
indiferente o agnóstico, muchas posturas difícilmente compatibles. Hablemos de
esta indiferencia siempre más real en nuestras familias, en nuestros vecinos o
colegas de trabajo. No les podemos, evidentemente, considerar todos como depravados,
o gente que rechazan reflexionar sinceramente.
No basta deplorar
el cierre de los corazones a la transcendencia. Es imposible, en un primer
tiempo, si queremos entrar en dialogo. Por cierto, partes de la sociedad se
quieren deshacer de Dios y, sopretexto de laicidad, son anti-cristianos. La
descristianización no volverá para atrás. Gana terreno. Pero el
evangelio está demasiado desacreditado como fuerza de conversión, cuando
pensamos en las malas obras de los cristianos ayer y hoy, para que comencemos darles
la lección à los demás.
La postura de los
que, de muchas maneras, no reciben el evangelio nos convoca a la purificación
de la expresión y de la práctica del evangelio. En lo sucesivo es un hecho de
la experiencia que se puede ser humano, y muy bien, sin Dios[17]. La fe ya no se pone en tela de juicio en
tal o cual de sus afirmaciones o prácticas. Parece inútil. No perdió nada de su
capacidad a contestar las exigencias de la razón, pero no hay razón de creer.
No creemos para ser felices ya que es posible de otra manera. ¿ Nos atreveremos
a decir que necesitamos creer ? Otros contestarán que no.
La fe se
manifiesta en su debilidad. Pero es su suerte. Ya no llega con el prestigio de
la grandeza ante la mirada del mundo. La
razón de amar a Dios es Dios mismo[18].
No sabemos decir otra cosa que el hecho de haber
sido alcanzados sin que ya hayamos alcanzado (Ph 3,12). No es lo irracional
de la fe, sino el rechazo de reducir el evangelio a un medio con vistas para un
fin. Todavía mas, es una crítica radical de todo utilitarismo, de todo lo que
conoce como único criterio de juicio la utilidad. Dios no sirve para nada. Se
ofrece por amor. ¿ Quién,
habiendo oído esto, le podría decir que no le importa ?
4. La misión de
la Iglesia o la evangelización hoy
¿ Qué es la
misión de la Iglesia en un mundo que vive muy bien sin Dios, o, por lo menos,
que no vive peor con o sin Dios ? ¿ Que es la evangelización, el
anuncio del evangelio ?
Si el evangelio
es gratuidad, no se puede imponer por cualquier medio de potencia, milagro,
prestigio de tal o cual personalidad o estrella, dimensión gigantesca de grandes
asambleas, campañas de publicidad como marketing, etc. El evangelio puede
ofrecerse solamente y no tiene nada que demostrar. Tiene que avanzar
desposeído, como Cristo, que desarmaba a sus interlocutores por la manera desinteresada
de ir a su encuentro, esperando que una mano alcance la que le tiende.
Es la razón por
la cual la Iglesia no tiene que preocuparse por sí misma. También tiene que ser
desinteresada. El anuncio del evangelio no tiene como finalidad cristianizar el
mundo. El anuncio del evangelio se preocupa solamente por el encuentro con los
que, hasta ahora, no han conseguido entenderlo como una buena nueva. La Iglesia
no tiene otro camino que el de su maestro, y este no esquivo la muerte.
¿ Sera
necesario que la Iglesia, que nuestras iglesias mueran ? Ni idea. Ya son unas pequeñas greyes (LG 5 y 9 y Lc 12,32) y deben aceptar lo que son. No debe
importarles su futuro sino su misión que es la del Hijo : que
los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia (Jn 10,10).
¿ Quiere
decir esto que no deberíamos anunciar el evangelio ? En absoluto. Es la
única cosa que tenemos que hacer, acercándonos, desarmados, a todos aquellos
que amamos, es decir, a todos, ya que debemos amar a todos.
La evangelización
reside en el servicio de la humanidad, en el servicio de la fraternidad. El
resto os sera añadido. Mas buscad primeramente el reino de Dios y
su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mt 6,33 y Lc 12,31).
Sabemos perfectamente que los héroes del evangelio son los gigantes de la
caridad. La misión de la Iglesia es el servicio de la fraternidad. Estando al
servicio de una humanidad fraterna, la Iglesia anuncia el evangelio : Dios
en su Hijo hace de todos nosotros hermanos, hace de todos nosotros sus hijos.
Por consiguiente
nuestra misión interroga nuestra fraternidad, entre nosotros ya reunidos. ¿ Somos
nosotros una comunidad cristiana, es decir una fraternidad ? ¿ La
catequesis, la predicación, la misa del domingo, que mas, es una fraternidad ?
Vivir como hermanos es nuestra misión si en esto conocerán todos que somos
sus discípulos, si tuviéremos amor los unos con los otros (Jn 13,35). Es esto la evangelización. La Iglesia es anticipación y signo del Reino.
Sin embargo, el
objetivo de esta fraternidad no es la constitución de una fraternidad separada,
donde cada uno se siente bien, protegida del mundo exterior. El futuro de la
Iglesia no es nuestro problema. La fraternidad de la Iglesia es servicio de la
fraternidad humana. Construir la fraternidad humana es nuestra misión, nuestra
manera de contestar a la vocación recibida del Señor. El servicio del hermano
es el único y verdadero culto, y la liturgia es solamente la expresión de
alguna manera metonímica de este culto.
Pero, la Iglesia
no es la única en construir la fraternidad. Hay también en otras partes
fraternidad y la misión de la Iglesia, la evangelización, consiste en nombrar
los signos de fraternidad, descubrirlos como fraternidad, recoger los signos de
los tiempos. El Señor Jesus puede no ser reconocido, da igual. De
cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis (Mt
25,40). Estamos al servicio
de la manifestación de la fraternidad. Esto significa, negativamente, que
también tenemos que denunciar la injusticia. El evangelio no ha perdido nada de
su poder de crítica y de su fuerza ética.
La novedad de la evangelización
no es nueva, porque la novedad del evangelio no es una cuestión de fecha, ayer,
hoy o mañana ; es la del hombre
nuevo (Ep 2,15 ; 4,24), que hace
todas las cosas nuevas (Is 43,19 ; 2 Co 5,17 ; Ap 21,5). La nueva
evangelización es la necesidad para la Iglesia de comprometerse en una
conversión, con el fin de tener más consciencia de su misión, de liberarse de sí
misma y de anunciar, mediante la práctica de la justicia, la paternidad de
aquel que en su Hijo hace de todos los hombres sus hijos adoptivos. La nueva
evangelización no exige tanta que salgamos de nuestras sacristías, que
organicemos cosas, que nos atrevamos a tomar la palabra. Exige nuestra
conversión, la renovación de nuestra manera de pensar (Rm 12,2), incluso en la acción
pastoral, de todo a lo que le damos valor, de nuestras divisiones parroquiales,
nuestra manera de hacer, nuestras costumbres. Tenemos que poner el evangelio
delante de nuestros hábitos incluso los mejores, delante de la Iglesia y su visibilidad.
[1] Expresión de Pablo VI en su exhortación
apostólica de 1975 Evangilii nuntiani
§ 7.
[2] Traducción del texto italiano que el Papa
citó el 23 diciembre del mismo año, dando a la traducción un estado tan oficial
como el texto latino.
[3] C. Theobald, La réception du Concile Vatican II, op. cit., p. 255.
[6] A. Wenger, Vatican II, chronique de la première session, Centurion, Paris
1963, p. 38
[7] J.-B. Montini, « Lettre du
Concile », L’Italia, 14 octobre
1962, citada por A. Wenger, op.
cit., p. 69.
[8] Cf.
M.-D. Chenu, « Vérité évangélique
et métaphysique wolffienne à Vatican II », RSPT 57 (1973), pp. 632-640.
[9] Cf.
« La conscience n’est pas origine mais tâche. », P. Ricœur, Le conflit des interprétations, Seuil, Paris 1969, p. 109.
[10] Cf. la periodización establecida por K.
Rahner, justamente a propósito de la curva conciliaría, citada por C. Theobald, op. cit., pp. 513-514, la
breva época del judío-cristianismo, la larga presencia de la Iglesia en la
cultura europea, la entrada en una era de pluralismo. Misma idea in K. Rahner, Le courage du théologien, Cerf, Paris 1985, pp. 223-224.
[11] No creemos que estos métodos, porque
modernos, no tendrían ideología, serian neutras. Ninguno método científico da
la realidad tal cual es, sino contesta siempre a una interpretación o a un
punto de vista sobre la realidad. Pero si utilizamos métodos modernos para leer
el dogma cristiano, compartiremos con muchos contemporáneos la posibilidad de
un punto de vista común. Le fe no tiene que temer nada de una mirada
científica. Los errores serán denunciados, por cierto, pero es el camino de una
conversión indispensable. Los índices de verdad serán mejor entendidos y esto
será al servicio del evangelio.
[12] K. Rahner,
Ecrits théologiques 10, DDB / Mame, Bruges 1970, p. 51 :
« Por el cristianísimo ya no hay una teología que no sería en el mismo
tiempo, si mezcla y sin separación, una antropología. »
[13]
Cf.F.-A. Isambert, « la
sécularisation interne du christianisme », Revue française de sociologie 17 (1976), pp. 573-589.
[14] H. Legrand, « Relecture et évaluation de
L’histoire du concile Vatican II d’un
point de vue ecclésiologique », Vatican
II sous le regard des historiens, Mediasèvres, Paris 2006, p. 60.
[15] No olvidaremos que los primeros
cristianos fueron a menudo condenados por ateísmo. Cf.P. F. Beatrice, « L’accusation d’athéisme
contre les chrétiens », Hellénisme
et christianisme, Presses universitaires du Septentrion, 2004,
pp. 133-152.
[16] Cf. S. Germain, Rendez-vous nomades, Albin Michel, Paris 2012, p. 73.
[17] Cf. E.
Jüngel, Dios como misterio del mundo (1977),
Ediciones Sigueme, Salamenca 1984, pp. 35 y 37 : « El hombre puede ser humano sin Dios. El hombre ya no tiene en Dios el criterio de su propia
necessidad y realidad, sino que se entiende (ya sea casual, ya necesariamnte)
desde sí mismo. Precisamente
por eso se pregunta : ¿ es Dios necesario ? […] Frente a esa postura me atrevo a decir que el
descubrimiento de la no necesidad mundanal de Dios, no solamente ha de ser
estudiada con modos auténticamente teológicos por la teología, sino también
puede ser clasificado como un descubrimiento genuinamente teológico. Esto último
por supuesto sin la intencíon de reclamar prioriades históricas o algo
parecido, sino para hace recordar a la teología el genuino carácter teológico
de esa verdad. »
[18] Bernard de Clervaux, Traité de l’amour de Dieu, I,1.
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