Comer
la carne del Hijo del Hombre. En cualquier sentido que tomemos esa palabra, se queda
extraña. Ya los judíos dijeron: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Si la
carne del Hijo del hombre es la eucaristía, no hay problema, sino el problema
de la eucaristía misma: ¿cómo el pan puede ser su carne? ¿qué es, comer la
carne de Dios?
Pero,
no es evidente que el capitulo sexto del evangelio de Juan hable de la
eucaristía, en el sentido estrecho en el cual lo entendimos, la comunión como
especies sagradas, como forma, o por lo menos como rito sagrado. O, para
decirlo mejor, si el discurso sobre el pan de la vida habla de la eucaristía,
es que la entiende no como rito, pero la considera más ampliamente como
expresión de la vida con Jesus.
La
eucaristía no sería así el rito religioso del domingo sino una manera de vivir,
la de los discípulos de Cristo. Y de hecho, en el discurso, no acaba Jesus de
hablar de vivir.
Nosotros
hemos hecho de la eucaristía un rito religioso. Pero cuando el evangelio habla
de práctica, nunca se trata de culto, sino de poner la palabra en práctica. «A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo
compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.» «Mi
madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en
práctica.»
Le
celebración dominical no es un momento de la semana sino un concentrado de lo
que vivimos durante la semana. ¿Y qué vivimos? ¿Qué somos llamados a vivir?
Nada especial. La vida de cada uno. Pero de una
manera especial, como un estilo de vida, comiendo la carne del Hijo del hombre.
Vuelve nuestra pregunta. ¿Qué significa comer la carne del hijo del hombre? «¿Cómo puede éste darnos a comer
su carne?»
Nuestra vida no es nuestra sino una vida
recibida. Jesus da su vida, la ofrece para que vivamos. Así hacen los padres
para sus hijos. No se sacrifican, pero se ofrecen, se hacen disponibles para
que los niños puedan crecer. Regalan su atención y su amor, ellos mismos, para
que los niños puedan desarrollarse.
Los
esposos igualmente. Se ofrecen recíprocamente para que cada uno pueda vivir del
otro, recibirse del otro, descubrirse y realizarse por el otro. De la misma
manera los amigos. Descubrimos en la amistad, en la relación, quienes somos. Lo
recibimos de los demás. Solos, no seriamos mucho, un ser vivo quizá, un ser
humano, no.
De la
misma manera que somos, existimos gracias al don de los demás, de la misma
manera podemos existir gracias a Jesus. El se ofrece para que vivamos, para que
seamos. Recibir su vida es la manera de vivir de los discípulos, existir a
partir de él, gracias a él.
Esta
explicación no va demasiado adelante, porque ofrecerse en este sentido de
permitir al otro de ser sí mismo, de advenir a sí mismo ¡no es dar su carne de
comer y su sangre de beber!
Con la
comida y la bebida se trata de ser el otro, de permanecer en él, de habitar en
él, como dice la traducción española. Comer la carne y beber la sangre es
recibir una vida que no es la nuestra sino la suya. Ya no vivimos nosotros, más vive Cristo en nosotros. Es decir que
ya hemos fallecido. Ya estamos muertos.
Comer
la carne, beber la sangre del otro significa renunciar a sí mismo, quitar
nuestras maneras de hacer y pensar, nuestras costumbres, no pertenecerse. Este
es la eucaristía, una vida eucarística, vivir abandonado, dado a los demás para
que la vida de Cristo pueda sustituir la nuestra. No hay vida cristiana sin
pascua, sin pasaje por la muerte hasta la vida, la de Jesus.
Comer su carne, beber su
vida es elegir una vida que no es la nuestra sino recibir la del Señor,
abandonando nuestro propio, dándonos al servicio de los demás, poniendo en
práctica la palabra de Jesus. Ayuno de nosotros para tener hambre y sed del
otro que nos da de vivir.
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