Celebrando
a María ¿qué hacemos? Celebramos a Jesús. No hay fiesta para nosotros,
discípulos de Cristo, que no sea fiesta de Jesús. Pienso importante recordar
esto, porque a veces, me parece que somos más Marianos que cristianos.
Celebrando
la Asunción de María ¿qué hacemos? Celebramos a Jesús en su victoria sobre la
muerte, la suya y la nuestra. Celebramos la resurrección del Señor, en la cual,
María y nosotros encontramos el fracaso de la muerte. Si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros? ¿Quién nos separará del
amor de Cristo? (Rm 8)
No hay
en nuestra fe varias cosas que deberíamos creer, una lista, más o menos
compleja. Creer no se hace con un catálogo de verdades que deberíamos confesar.
Creer es ser discípulos de Cristo, solamente. No se trata de una verdad
nocional, sino de una amistad o de una fraternidad. Creer es experimentarse
como hermanos o amigos de Jesús: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de
Dios y la obedecen (Lc 8),
y todavía, os llamo amigos míos (Jn 15).
No
veneramos ahora a una mujer pero proclamamos nuestra esperanza ya realizada en
ella. La victoria de Cristo sobre la muerte es también nuestro asunto. Ya es
posible vivir con Cristo, escuchando su palabra, poniéndola en práctica, siendo
hermanos y amigos suyos.
Estamos
comprometidos en lo que celebramos. Celebrar la Asunción de María es seguir
viviendo la vida de Jesús, ya aquí y ahora. Ya
somos resucitados. ¿Lo vivimos? ¿Lo creemos?
No
esperamos primero una vida después de esa, porque ya somos invitados a vivir
esta vida con Jesús. ¿No es eso la resurrección, la vida eterna, vivir con Jesús?
María no es primero la Madre de Jesús, pero representa la humanidad de la cual Jesús
recibió su carne. La humanidad, y nosotros en ella, ya tenemos la oportunidad
de vivir divinamente, como el Padre y su hijo Jesús, llenos del Espíritu santo.
El Espíritu
da vida nueva a la carne, derramado sobre nosotros cuando Jesús entregó el
Espíritu. No dice el evangelio que Jesús murió devolviendo su espíritu, sino
que entregó el Espíritu. ¿A quien lo entregó sino a nosotros? ¿Y de qué espíritu
se trata sino del Espíritu del Padre y del Hijo, que es Señor y dador de vida?
Así, si
se puede decir ¡no celebramos a María, tampoco esperamos la vida futura!
Estamos aquí porque intentamos ya vivir de la vida eterna, es decir la vida de
Dios, es decir vivir divinamente. Estamos aquí porque vivir, para nosotros,
significa intentar ser reflejo de la vida divina dentro de la vida y del mundo
humano.
Inscribir
la vida divina en el mundo es una manera de oponerse a la muerte. No, la muerte
no tiene la última palabra. No, la muerte no reina, incluso si a menudo y de
todas partes, se impone. Cada vez que la hacemos retroceder, dejando la fuerza
del Espíritu de la vida actuar a través de nuestra carne, ya proclamamos la
resurrección de Cristo, ya somos hermanos y amigos suyos, ya es la Asunción de
la humanidad que ya vive la vida de Dios mismo. Creemos la resurrección de la
carne.
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