¿ Es justo delante de
Dios obedecer a los hombres antes que a Dios ? Es la pregunta de Pedro y
Juan (Hech. 4,19). A veces, en la vida, hay contradicción entre la ley de los
hombres y la de Dios. ¿ Como determinar lo que tenemos que hacer ?
Espontáneamente, vamos a
obedecer a Dios. Pero no es tan simple. ¿ Como conocemos el mandamiento
del Señor ? ¿ Como saber que lo que llamamos “mandamiento de Dios” no
es nuestra opinión propia ? ¿ Que prueba que lo que llamamos “mandamientos
de Dios” no es una manera de imponer nuestra visión contra la de los
demás ?
Son los fanáticos que
pretenden saber lo que Dios quiere, que pueden matar en el nombre de Dios. Y de
hecho, Pedro y Juan pudieron parecer fanáticos al consejo de los judíos.
No es posible garantizar una
opinión, una convicción apelando a Dios. El recurso a Dios no garantiza nada,
da ninguna certeza sino hace de nosotros los testigos de Dios. Un testigo, es
decir un mártir, alguien que es débil, dispuesto a sufrir para la causa por la
cual se compromete. No es Dios que garantiza sino el testigo que se compromete
para indicar la verdad de lo que cree.
Nunca salimos del conflicto de las interpretaciones,
incluso apelando a Dios. Dios nos hace como es el, débil, sin garantía.
Entonces, no podemos pretender saber mejor que los demás, conociendo lo que
Dios quiere, no podemos agredir o matar en el nombre de Dios. Nuestra debilidad
de testigo puede solo molestar, interrogando las certezas de los demás.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire